miércoles, junio 29, 2005

Periodismo intrascendente

Por Julio Carreras (h) *

Cada vez el periodismo que se practica tiene menor estatura. Hoy es común hallarse con trabajadores de prensa actuando como redactores, locutores, operadores musicales y hasta animadores pasatistas, en estos engendros empresarios que suelen denominar “multimedios”. Todos resultamos perdedores con estas prácticas brutales impuestas por los dueños de los medios. Ellas envilecen hasta la bestialidad los contenidos presentados por sus cotidianos pergeños.

“No hay nada más viejo que el diario de ayer”, me dijo un jefe de redacción a poco de ingresar al equipo. Había escuchado la frase antes –claro-, pero no lo manifesté por cortesía. “Eso, metételo bien en la cabeza”.

Tampoco manifesté mi opinión: necesitaba imperiosamente llevar algo de dinero a casa. Mas pensé que ni loco me iba meter en la cabeza esa estupidez. Solamente alguien muy tonto puede creer que debe adjudicar a su profesión vocacional un carácter tan efímero. Nadie que tenga algún aprecio por sí mismo puede aceptar que los minutos sagrados de su existencia, ofrendados cada día, tratando de aportar lo mejor de sí para los lectores de su diario, o el tiempo que gasta corriendo por tras de una noticia, a veces con riesgo de su vida, tienen un valor tan pasajero.

Alguien muy tonto. O muy astuto. Como aquel jefe de redacción que, habiendo llegado a ese puesto bastante joven, en un pequeño diario sudamericano, pronto saltó a coordinar los asuntos relacionados con la “Libertad de Prensa” en una importante institución internacional. Y de allí a la jefatura de un poderoso diario norteamericano para inmigrantes caribeños, chicanos, centroamericanos.

Por poco que uno conozca al personaje enseguida comprende que no hizo tal carrera debido a sus méritos periodísticos (aunque debemos reconocer que es un técnico eficaz). Su principal agudeza consistió en saber interpretar, a la perfección, qué quieren los empresarios.

Apelar a lo efímero

La primera condición que requieren los empresarios de un periódico es “que sea viejo al día siguiente”. ¿Cómo podría interesarle al comprador obtener uno nuevo si el anterior lo dejó satisfecho?

Mi padre compró un Ford Falcon Futura en 1967. Cuando yo tenía diecisiete años. Aún lo tiene y anda perfectamente. Pero los fabricantes dejaron de hacerlo alrededor de 1978. Era demasiado bueno. Y lo que necesitan los empresarios es vender constantemente: no que la gente adquiera un objeto y les sirva para siempre.

Otras condiciones que exige el capitalista a un diario es que informe lo que conviene a sus intereses y no lo que realmente sucede. Hoy es frecuente que los mismos dueños de un diario lo sean de una cadena de supermercados. Y no se puede publicar en el diario de la empresa, por ejemplo, que los supermercados de la empresa venden alimentos transgénicos. ¿Verdad?

También exigen que mantenga una elevada credibilidad, principalmente en los sectores del poder, para cotizar bien los avisos. Y otras condiciones, siempre en esa dirección: la de su capital.

Mas como lo que aquí importa es analizar lo relacionado con el papel del periodista, dejaremos por ahora esos factores de lado.

Veamos entonces: ¿qué quiere el periodista de su profesión?

Por desgracia: en primer lugar que le dé plata. Esto lo convierte en peón dócil y maleable en manos de astutos inmorales como el mencionado.

Los astutos cumplen entonces con dos objetivos muy útiles para sus amos: desvalorizan el producto periodístico (por lo cual el patrón deberá pagar menos) y minan la autoestima de su autor. Cuestión que lo hace menos levantisco. Pero también menos creativo.

Peón para toda tarea

Los “multimedios”, último negocio de las grandes empresas, en esta línea de “achicar costos” y “optimizar rendimientos”, exprimen pues a los periodistas utilizándolos en muchas funciones, frecuentemente incompatibles o al menos imposibles de efectuar sin daños para otros aspectos de la profesionalidad de su operador.

En estos multimedias que suelen concentrar diarios, radio y TV ha cundido el perverso manejo de los empresarios, por el cual una misma persona tanto puede escribir la nota del diario, como hacer locución, seleccionar las noticias y poner la música, a veces simultáneamente.

De modo consecuente, entonces, esa des-profesionalización perjudica lo que ahora se dio en llamar “contenidos”, reduciéndolos a mensajes huecos, impersonales, mediocres. “...a medida que los conglomerados mediáticos crean sinergias de producción entre sus diferentes soportes, los redactores jefe no sólo pierden el tiempo necesario para el buen tratamiento de la información, sino que sufren una presión que les conduce a escribir de tal manera que su producción se adapta a un denominador común -dice Eric Klinenberg **. Y un poco más adelante: “...lo cual explica que los artículos se parezcan cada vez más a microrreportajes para la pequeña pantalla. Los responsables de la prensa escrita son conscientes de esa pérdida de rumbo; un reciente sondeo indica que más de la mitad de los redactores jefe y de los directores de secciones deploran el carácter cada vez más superficial de las informaciones de la prensa escrita. Y dos tercios admiten que los periódicos prefieren interesarse más en las personalidades que en las cuestiones de fondo”.

El sistema de producción periodística diseminado como un clissé a lo largo y ancho del mundo, amenaza tanto al tipo de información como a la calidad de la investigación que lo ha precedido. Los periodistas, obligados a tener un tema al final de la jornada, se limitan entonces a aquellos que pueden tratar sin esfuerzo. El periodismo de investigación y los temas que exigen una búsqueda exhaustiva y una reflexión más profunda son frecuentemente excluidos de oficio. “En otros términos, el tipo de trabajo por el cual los periódicos tenían una gran reputación es el que publican ahora de manera excepcional”.** Bajo la presión de los gerentes, los redactores jefes utilizan las nuevas tecnologías como un argumento que les permite reafirmar su control jerárquico y con ello reducir un poco más el carácter democrático del trabajo periodístico. El resultado es una disminución de las informaciones serias propuestas al lector.

Un caso típico de este periodismo a ras del suelo, en la Argentina, son los diarios que padece Santiago del Estero.

¿Por qué los periodistas aceptan una situación semejante?

Por una parte, los “cursos de periodismo”, que privilegian una “profesionalización” acelerada, preparan a los profesionales para estas condiciones de trabajo y este tipo de periodismo. Por otra parte, el mercado de trabajo se caracteriza por una concurrencia feroz y los periodistas, raramente sindicados u organizados, son extremadamente vulnerables. Siguiendo con el ejemplo de los diarios santiagueños, durante años estas empresas han mantenido a sus empleados bajo diversas situaciones de inestabilidad laboral. Unos por medio de presiones regimentarias o psicológicas, otro no efectúa a sus periodistas siquiera los aportes previsionales de ley… por lo cual un periodista puede ser dejado sin su empleo… ¡de un día para otro!...

El requisito esencial para obtener un mínimo de continuidad -aunque esta fuera de meses- fue y es no pertenecer al Círculo de la Prensa, sindicato de los periodistas en Santiago. Una vez en el puesto, el periodista ignora con frecuencia el tipo de aptitud que tendrá que desarrollar. ¿Y cómo podrá descubrirlo si tendrá la responsabilidad de tareas tan diferentes como la redacción de artículos, el montaje de reportajes televisivos o radiales y la concepción de vínculos a Internet?

Aquellos que entrevén el futuro de su profesión saben que, aunque la capacidad de escribir bien continúa siendo apreciada aquí y allá, se ha convertido en un talento en vías de rápida depreciación. Si han entendido que el periódico de mañana se parecerá cada vez más al que se ve por “la pequeña-pantalla” , emplearán sus energías para conseguir que su página o sección se parezca en lo posible, cada vez más, a la televisión.


*Escritor, periodista. Editor de @DIN (Agencia Digital de Noticias).

**Investigador en la Universidad de California, Berkeley, Estados Unidos. “Los Periodistas para todo del Chicago Tribune”. Publicado en Le Monde Diplomatique, México.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Julio:

Lo que pasa es también la inversa, que el periodismo se transformó en una profesión invadida. Cualquiera se dedica al periodismo. Una vedette en decadencia se hace periodista; un locutor es periodista; uno que salió de "Gran hermano" como conductor de programas periodísticos; un amante del deporte (no del periodismo) se hace "periodista" deportivo, etc. etc. Y los auténticos periodistas, los que lo sienten de vocación tienen que ocupar papeles secundarios o dedicarse a otra cosa.

Un abrazo,

Bernardo Nespral

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