martes, enero 31, 2006

El futuro de la humanidad

Por Julio Carreras (h)
Imagen: Ana Maria Henriques da Silva


Reproducimos un artículo escrito en diciembre de 2002 y publicado en Indymedia, una red abierta de información internacional.

La humanidad ha alcanzado hoy, 18 de diciembre de 2002, una situación insostenible. Dos grandes alternativas se ciernen sobre su destino, como posibilidades inmediatas:

1ª.-La guerra mundial.
2ª.-La esclavización de todos los pueblos.

La primera, una guerra con utilización de armas nucleares, traería como consecuencia la devastación de los centros industrializados. Con ello, la desaparición de la tecnología y confort. La segunda, el sometimiento a una dictadura mundial, por el contrario infundiría un impulso poderoso a la evolución tecnológica, elevando el confort para los privilegiados. El precio sería el exterminio de aproximadamente dos tercios de la humanidad por exclusión.

Origen del problema

La causa de esta contingencia explosiva es el triunfo temporal de la concepción capitalista sobre el mundo. El proceso comenzó a dibujarse apenas finalizada la Primera Guerra Mundial, para alcanzar su punto máximo el 11 de septiembre de 2001, con la destrucción de las Torres Gemelas. Sus resultados estructurales se establecieron sobre la humanidad, con progresiva solidez, desde 1980. Esto fue posible por la aniquilación de los movimientos revolucionarios durante los 60 y 70. Una vez destruidos completamente los mecanismos defensivos desarrollados, trabajosamente, durante un siglo de lucha por los sectores más honestos de la población, se impuso el régimen insensato que gobierna las relaciones humanas hoy. Esto es, el capitalismo salvaje. Veinte años de su imperio arrojan los siguientes resultados:

1) Reducción hasta la insignificancia de los derechos de los trabajadores.
2) Destrucción de la naturaleza no-humana en un grado sobrecogedor.
3) Enervante confusión cultural.
4) Perversa concentración del poder.

La concentración del poder

Las estadísticas demuestran que en toda la historia de la humanidad nunca el poder económico disponible fue tan inmenso como el que hoy existe. Tampoco nunca estuvo concentrado en tan pocas manos. Solamente guiándonos por los depósitos bancarios, podemos constatar que las fortunas convencionales acumuladas alcanzarían para sustentar confortable y felizmente a todos los habitantes del planeta por unos quinientos años. Sin embargo, se mantienen allí, sin prestar beneficio alguno, más que servir como agentes de especulación para multiplicar su tamaño virtual. Una pequeñísima parte de esas fortunas es utilizada por sus detentadores para sustentar una existencia de sensualidad abusiva y consumo exorbitante. Les sería imposible, individualmente o como familias, aplicar durante sus existencias las inmensas sumas de dinero acumuladas, pues carecerían del tiempo necesario, incluso durante varias generaciones. Los mismos detentadores de esas fortunas concentran el poder militar, cultural y político en el mundo entero. En Estados Unidos se constituyó en 1921 el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), fundado por el banquero Morgan. Desde entonces no ha hecho más que fortalecerse, concentrando en sí la verdadera capacidad decisiva en los asuntos del mundo que se canaliza a través de sus gobiernos. Conducidos por la corporación estadounidense, los países más prósperos han constituido el llamado G8. Ellos trabajan muy activamente hoy por la adhesión de la única potencia todavía fuera, China marxista.

Confusión cultural

Las poderosas corporaciones han constituido centros culturales de dominación mundial. Los más importantes de ellos son la Comisión Trilateral y el Club de Roma (ambas creadas por el grupo Rockefeller). Uno de los presidentes más conspicuos de la Comisión Trilateral, Zbgniew Brzezinsky escribió: "La era tecnotrónica va diseñando una sociedad cada vez más controlada. Esa sociedad será dominada por una elite de personas libres, con valores tradicionales, que no dudará en realizar sus objetivos mediante técnicas depuradas con las que influirá en el comportamiento del pueblo y controlará y vigilará con todo detalle a la sociedad..." Y más adelante: "... llegará a ser posible ejercer una vigilancia casi permanente sobre cada uno de los ciudadanos de todo el mundo" (artículo de la revista Encounter). El propósito de estas centrales de pensamiento, cuya conducción ocupan científicos, es manipular las mentes de todos los habitantes del planeta, para hacerlos dóciles al destino prefijado. Ellos han estudiado las aspiraciones más profundas de los humanos, expresadas en sus culturas, para crear doctrinas sincréticas, que les permitan introducir elementos de control en ellas.Despojándolas de potencial revolucionario, las convierten en agentes de dominación, al encausarlas dentro de las variantes posibles en los supuestamente amplios márgenes abrazadores del sistema. Ello permite un control eficaz desde sus centrales, siempre radicadas en los países dominantes. Han trabajado principalmente sobre las siguientes ideologías:

-El Liberalismo. Sepultando sus ideales originarios de Libertad, Igualdad y Educación Universal, lo han convertido en un simple estuche obsoleto que encubre hoy a las tendencias de la explotación capitalista más cruel.

-El socialismo. Convertido en Socialdemocracia por la 2ª Internacional -la única que pudo contar con la adhesión de Marx y Engels- consiste hoy apenas en una variante menos cruel del capitalismo salvaje.

-El cristianismo. Con mayor claridad desde su caudal protestante -pilar básico del desarrollo capitalista de Europa y Estados Unidos-, se presenta hoy con gran eficiencia también a través organizaciones católicas, cuyo paradigma es el Opus Dei. El papa Juan Pablo II actuó como un elemento clave para la consolidación del capitalismo salvaje durante el fin de siglo.

-La New Age. Funda sus orígenes en el renacimiento ocultista de principios del siglo XX. Canaliza tendencias principalmente sistematizadas por la teosofía, que fundara Madame Blavatsky durante aquel periodo, remozándola con avances científicos y doctrinas ecologistas de los 70.

-El Islam oficial. Representado principalmente por países "moderados" como Arabia Saudita o Kuwait, que destinan grandes fortunas a su difusión, constituye una versión sincrética de la doctrina mahometana. Dando preferencia a la supuesta tradición sufí, postula una integración pacífica y respetuosa en "el concierto internacional".

-El hinduismo. Con todas sus vertientes, demuestra hoy que su estructura de castas y su filosofía de desprecio por la objetividad constituye un estuche ideal para cubrir ciertas necesidades del capitalismo salvaje. Prueba de ello es que las mayores empresas de Bill Gates se han radicado allí, dando empleo a millones de indos.

-El budismo. Vertiente menor de las religiones, confluye, sin embargo, con cierta importancia en su aporte al establishment. Su mayor referente actual, el Dalai Lama, es un colaborador relevante del capitalismo salvaje.

Destrucción de la naturaleza no-humana

Hubo en el siglo XX grandes desastres en la fauna marítima durante los derrames de petróleo, los incendios forestales, los escapes de radioactividad en las plantas nucleares. Estos constituyen sólo picos máximos de la irracionalidad capitalista en relación con la naturaleza no-humana. Los procesos invisibles para la mayor parte de la humanidad, esto es, la tala sistemática de bosques, la manipulación y generación irresponsable de material radioactivo, la producción de elementos contrarios a los procesos biológicos naturales, gases tóxicos, modificación violenta de formaciones geológicas, cursos de ríos, destrucción de sistemas naturales de equilibrio mineral, constituyen un peligro mayor que estos circunstanciales sucesos, usados frecuentemente por la misma propaganda capitalista para simular una supuesta conciencia ecológica del sistema. Organizaciones como Greenpeace o los partidos Verdes, contribuyen en realidad a consolidar el dominio del capitalismo salvaje, pues sugieren la posibilidad de enmarcar la explotación dentro de límites razonables. Cuando la verdad es que dentro del capitalismo no hay límites racionales, ya que su razón de ser principal es el lucro. Dicho en otras palabras: su fundamento es la posibilidad de ponerle precio a todo lo que pueda ser utilizable por los humanos sobre esta tierra, sin medir sus consecuencias más que en términos de beneficio económico personal. Por lo tanto, lleva en su esencia misma un principio destructivo hacia todo lo que nos rodea, con fines de explotación.

Sumisión de los derechos de los trabajadores

La sobreabundancia de capitales testimoniada por los balances bancarios demuestra que no hay razones objetivas para la desaparición de industrias hoy. El desempleo que cunde en todos los países del mundo -con mayores índices en las economías débiles-, deviene entonces en una situación artificial. Pues con la aplicación de sólo una quinta parte de los capitales actualmente acumulados, se podrían crear fuentes de trabajo y sistemas de previsión estables para absolutamente todos los habitantes de este planeta. Por el contrario, esos capitales son usados como elementos de coacción sobre los gobiernos y sus poblaciones. Las mafias empresariales, del mismo modo como lo hacían las mafias criminales durante su auge de principios del siglo XX en los EEUU, obtienen grandes concesiones sobre la base de ellos por medio del chantaje. Dentro de los numerosos modos que asume ese chantaje hay dos nombres pergeñados durante este periodo infame, particularmente crueles por sus consecuencias sobre toda la humanidad: "migración de capitales" y "flexibilización laboral". El primero significa que los despiadados mafiosos del dinero pueden llevar a la quiebra a un gobierno, con el solo recurso de quitar los depósitos de grandes sumas de dinero a los bancos nacionales para llevarlos a otros países "más confiables". El segundo, lisa y llanamente permite que el patrón fije a su antojo el salario de los empleados. Esto lo convierte en una especie de dios, considerándolo capaz de supervisar las necesidades físicas y espirituales de las familias que trabajan en las estructuras de explotación. Se esgrime, como herramienta letal, el "fantasma de la desocupación". Esto ha llevado a someter hoy las posibilidades reales de los trabajadores hasta meras condiciones de indigna subsistencia. Por carácter transitivo, esta destrucción de la capacidad económica de la clase trabajadora ha traído un enorme retroceso en los Derechos Humanos de toda la sociedad.

El futuro de la humanidad

El egoísmo es el sentimiento más característico de la especie humana. Sobre él se construyeron los primeros estados. (Los más criminales hicieron valer su fuerza para obligar a los demás a servirlos. Después vinieron los más astutos y crearon leyes para justificar esa servidumbre. Por fin aparecieron los magos y descubrieron que Dios apoyaba a los tiranos.) El sistema político moderno, con sus diferentes variantes, no es otra cosa que la evolución de esa injusticia original. Todos los avances sociales y culturales de la humanidad provinieron de sectores minoritarios, impulsados por otro sentimiento que surgió posiblemente mucho después que el egoísmo. Este se llama "solidaridad". La solidaridad, nacida del dolor, impulsó ciertas personas hacia la agrupación con objetivos superiores al mero beneficio personal. Así, desde la rebelión de Espartaco, pasando por las luchas independentistas de pequeñas comunidades contra los imperios de la antigüedad, el budismo, el primer cristianismo, el liberalismo decimonónico y el socialismo de fines del siglo XIX, para nombrar a las corrientes más importantes, todas lograron arrancar contra su voluntad, al Estado criminal y egoísta, concesiones que beneficiaron a la humanidad, haciendo más tolerable su existencia sobre esta tierra. No debemos olvidar este concepto hoy, cuando inmensas potencias culturales se esmeran en un lavado de cerebro sistemático a través de los medios que dominan: cine, televisión, diarios, revistas, internet, cartelería publicitaria, megaespectáculos, circuitos culturales, sistemas educacionales, instituciones intermedias. Llevados por los infernales ritmos que impone la ambición salvaje del capitalismo actual, los tiempos se han acelerado de una manera extraordinaria. Así, deben darse respuestas inmediatas a la agresión capitalista, evitando caer en sus trampas intelectuales. Esta tiene perfiles claros. Se sustenta en principios establecidos por la sana evolución humana a lo largo de al menos 50.000 años de existencia sobre la Tierra. He aquí su enumeración:

1) Comunitarismo social. Tanto en lo interno como en las relaciones entre países, la distribución justa de los bienes, colaboración libre, sobre la base de la solidaridad y el respeto fraterno.
2) Descentralización de la economía. Que cada sociedad se sustente con sus propios recursos, fomentando el intercambio solidario.
3) Integración cultural. Sobre la base del respeto hacia las características propias de cada cultura.
4) Renuncia a la violencia. Abandonar definitivamente la fabricación de armas y la conformación de ejércitos u organizaciones que ejerzan la violencia como oficio.

Estos principios pueden practicarse en grupos pequeños formados por personas conscientes en la actualidad. Cualquiera sea el resultado de la locura capitalista durante este milenio que comienza -destrucción total de las ciudades o esclavitud- serán las únicas alternativas capaces de permitir el progreso de la evolución humana en este planeta.
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