martes, noviembre 04, 2008

Cultura y Sociedad

La “excelencia racial”

Por: Julio Carreras (h)

La naturaleza es un delicado equilibrio. Todas sus partes resultan necesarias para un buen funcionamiento. Las razas son un producto natural. Forman parte de diferentes ecosistemas. Todas las razas tienen sus valores insustituibles. No existen razas superiores o inferiores.

Mutación en Santiago 

Van quedando cada vez menos morochas en Santiago. Cada día parecen surgir decenas o centenares de rubias, aquí y allá. Ver esas cabelleras albinas, en rostros con facciones aborígenes, provoca cierta sensación de incomodidad.
Es que cualquier modificación artificial de la naturaleza tiende a provocar desequilibrios.
Esto va de acuerdo a su magnitud, por cierto. Teñirse de rubia una mujer, no es lo mismo que talar miles de hectáreas un empresario agrícola. Lo primero, a lo sumo, puede suscitar inquietud o sorna.
Lo segundo -la destrucción del quebracho blanco, por ejemplo- produjo la pavorosa invasión de Tucura Quebrachera que padeció nuestra zona rural en los últimos años.

Una cuestión de autoestima

El mero teñido de una cabellera no implica, al parecer, consecuencias tan graves como la invasión de tucuras, lanzándose sobre los sembrados por la eliminación de su alimento natural. Pero es un signo al que debemos dedicar atención, por sus profundas implicancias en la psicología social.
Que un ser humano desee cambiar de forma o de color, significa evidentemente que no está satisfecho consigo mismo.
Así los hombres que modifican por medio de cirugías sus narices, o mujeres que introducen volúmenes acrílicos bajo sus senos, manifiestan con ello disconformidad por las características con que vinieron al mundo.
Ahora bien, el color de la piel, o el de los cabellos, constituyen aspectos tan importantes de nuestra naturaleza, que resulta prácticamente imposible modificarlos totalmente.
So pena de convertirse en un monstruo, como le sucedió a Michael Jackson.

Por qué todos quieren ser rubios

La “rubiez” como signo de status, es sin duda resultado de un proceso cultural muy largo. Se originó en Europa, hacia los siglos XVIII y XIX. En gran parte fue incubada por nacionalismos exacerbados, como los escandinavos, anglosajones o germánicos.
Ocurre que dichas razas terminaron dominando el mundo. Ello como consecuencia, principalmente, de su patológica agresividad.
Como corolario de dicha dominación y no antes, surgieron pues las teorías, pseudo científicas, de la superioridad de las razas blancas.
Hacia fines del siglo XIX, las ideas del conde Arturo de Gobineau habían cobrado un altísimo prestigio intelectual en Europa. Él sostenía que todas las razas no eran más que degeneraciones de la raza blanca (aria). Llamativamente -o no-, Gobineau, un francés, era bajo de estatura y de piel más bien morena. Pero logró, dado su status social nobiliario, casarse con una rubísima alemana, país que admiraba y donde terminó su vida. (1)
El darwinismo social, impuesto al mundo entero como una Biblia científica, no es en realidad más que otra variante de dichos prejuicios.

La verdad

Los grandes descubrimientos científicos y culturales que dieron base al desarrollo posterior de la humanidad, nacieron, sin embargo, de razas con piel oscura o amarilla.
Así, el papel, la pólvora y la imprenta fueron inventadas por los chinos. Descubiertos por la oleada invasora árabe, fueron trasladados en los siglos IX y X a Europa, junto con la dominación musulmana. (2) No hace falta indicar el color de los chinos o de los árabes, por cierto.
Los egipcios manejaban destrezas y conocimientos que permitieron prácticamente iniciar el proceso de desarrollo filosófico y artístico de la humanidad. Como se sabe, eran de raza muy morena.
Los grandes presupuestos de la ciencia moderna, como la teoría del átomo, o las matemáticas, fueron descubiertas antes de Cristo por pensadores griegos. Y a diferencia de lo que muestran las películas de Hollywod, tanto estos como los romanos eran mayoritariamente de contextura pequeña y color moreno. (3)
Por último el Jazz -una de las mayores genialidades humanas-, que ahora identifica en el mundo entero a los Estados Unidos... fue una creación de negros.
No se trata de desmerecer a los blancos: su música clásica, así como muchas de las mejores tecnologías, se cuentan entre los mayores avances que consiguió hasta ahora la humanidad.

Hacer lo nuestro

Pero ningún mérito social, estético o científico justifica la proclamación de una raza como “superior a las demás”. Al igual que los vegetales de un bosque -y también sus animalitos- formamos parte de un complejo equilibrio. En el cual todos sus componentes son necesarios.
El sentido de la naturaleza parece ser -según nuestro modesto criterio- que cada especie, vegetal, animal o humana, se desarrolle hasta alcanzar sus más altas potencialidades. Dentro de los caracteres naturales que la identifican.
Y “¿cuál es la naturaleza de los santiagueños?”, se podrá preguntar. “Nosotros hemos sido colonizados por europeos, y sometidos a innumerables cruzas”.
Precisamente por ello, nuestro carácter es complejo y contradictorio.
Pero aún así, dos razas han conformado nítidamente nuestra identidad: una aborigen, la otra latina. Estas son las que han determinado, definitivamente, nuestro carácter.
Es sobre esta base general que deberíamos desarrollar, al máximo, nuestras potencialidades culturales.

(1) “Todo lo que se refiere a la creación humana, la ciencia, el arte, la civilización, todo lo que es grande y provechoso en la tierra, tiene un origen único, arranca de una y la misma raíz, pertenece a una sola familia”, decía Gobineau en una de sus numerosas obras. Y continuaba: “la raza blanca poseyó originalmente el monopolio de la belleza, de la inteligencia y de la fuerza. Mediante su unión con otras variedades se crearon los híbridos, los cuales son bellos sin fuerza, fuertes sin inteligencia o, si son inteligentes, son débiles y feos”. Sus libros se agotaban apenas salían en la Alemania de fines del siglo XIX. (Ernest R. Trattner. Arquitectos de ideas. Historia de las teorías científicas que tranformaron al mundo. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires, 1972. Pág. 366.)

(2) “A partir de 705, el árabe Jotaiba ibn Muslim fue gradualmente ocupando posiciones” […] un encuentro bélico con los chinos “tuvo lugar el año 751, a orillas del río Chu, no lejos de la actual Tashkent; de él salieron vencedores los árabes, a quienes habían apoyado los karlucos, tribu de habla turca que durante la batalla llevó a cabo un ataque por sorpresa desde la retaguardia. Con esa derrota China perdía para siempre sus posiciones en el Turquestán Occidental. Entre los prisioneros chinos que los árabes hicieron junto al río Chu había algunos que conocían el secreto de la fabricación del papel (técnica descubierta en China al menos seiscientos años antes). Como producto subsidiario y totalmente inesperado de la batalla, la manufactura del papel se extendió a Samarkanda y a Bagdad, desde allí pasó a Damasco, El Cairo y Marruecos, y posteriormente entraría en Europa a través de Italia y España.” (Historia Universal. Tomo II: El mundo medieval. John A. Garraty y Peter Gay, de la Universidad de Columbia, EE.UU. Editorial Bruguera, 1981.)

(3) “Bajo el sucesor de Asaradón, Asurbanipal, que reinó de 669 a 627 antes de Cristo, fue embellecida y ampliada la ciudad de Nínive, en la que Senaquerib había establecido la capital asiria. Era la mayor ciudad de su tiempo. En ella Asurbanipal fundó la biblioteca más grande que el mundo había visto: contenía 22.000 libros grabados en tabletas de arcilla”.
“Tales de Mileto (625-547 a.C.), averiguó por medio de la razón la estructura fundamental del universo, y estudió la electricidad y el magnetismo. Estudió también la astronomía babilónica y fue capaz de predecir el eclipse que detuvo la guerra entre lidios y medos en 585 a. C.”
Los datos anteriores fueron tomados del libro Cronología del Mundo, de Isaac Asimov, Ariel Ciencia, 1992.
Por último, es de conocimiento público que las matemáticas que se usan hasta hoy como base de las ciencias, fueron creadas por el griego Pitágoras, casi 600 años antes de Cristo.

Nota final: respecto del mismo tema, nos pareció muy interesante un informe del diario Página/12, que encontramos en Internet, luego de haber escrito este artículo para La Columna. Se llama "Yo soy morocha", y está en http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/las12/13-2115-2005-08-05.html

* Artículo publicado en la revista La Columna, Santiago del Estero, en julio de 2008.
  

2 comentarios:

VP dijo...

¿Qué estabas haciendo la noche del copamiento de la fábrica militar de Villa María? ¿Vos y la cuñada de Buscaroli?
Qué lindo que puedas disfrutar de la vida, Argentino del Valle Larrabure ni Marcelino Cuello pudieron vivir para ver crecer sus hijos.
Sos un maldito asesino como toda la banda del ERP y algún día tendrás que volver a la cárcel para pudrirte ahí.

Julio Carreras dijo...

La noche del copamiento, estábamos comiendo con mi novia, en un modesto barcito de las inmediaciones de la Terminal. Luego la acompañe hasta su casa, allí a la vuelta, y me fui a dormir a la mía (en Alta Córdoba). Al día siguiente, a las 7 de la mañana, estaba leyendo La Biblia (un pasaje del Génesis, lo recuerdo) cuando sonó el teléfono. Bajé las escaleras a los saltos, para que no se despertara mi tía, algo anciana, quien me daba alojamiento. Era mi novia; conmovida, me contó que había ocurrido un copamiento, y "Chanchón" había muerto. Me pedía que vayamos a retirar el cadáver. Con un cuñado de ella -oficial de la policía provincial- y su hermana -también empleada de la Policía- fuimos a Villa María. No nos permitieron siquiera retirar el cadáver. En cambio, nos detuvieron a todos, incluyendo a la madre de mi actual esposa.
Aquella noche de la cual preguntas, no teníamos idea de lo que iba a suceder. Si lo hubiéramos sabido, en aquel momento, seguramente yo hubiese querido participar (no sé mi esposa). Sentíamos que estábamos luchando por un mundo mejor.
Y los militares, lamentablemente, no defendían entonces intereses argentinos, mucho menos de los más humildes. Eran simples guardianes de los grandes capitalistas estadounidenses, que con su ayuda y la de los Menem, De La Rúa y otros, terminaron hundiendo a la Argentina en la miseria en que hoy vivimos.
Luego -muy pronto, hacia los años 80-, comprendí que no tenía sentido la violencia ni matar a nadie por nuestras ideas (por suerte, a mí jamás me tocó hacerlo, ya que siempre fui periodista de redacciones o imprentas). Pero eso ya es otra historia.

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