La primera acción guerrillera argentina del siglo XX
UTURUNCOS
Julio Carreras
El 24 de diciembre de 1959 por la madrugada, un grupo de soldados entró con fragor en la Jefatura policial de la ciudad de Frías. El militar que lo comandaba se presentó a viva voz ante el jefe de turno:
-¡Soy el teniente coronel Puma! ¡Se ha declarado el Estado de Emergencia en todo el país!: ¡esta comisaría queda bajo custodia militar!
Lo acompañaban otro oficial, un suboficial y varios soldados. Los policías se entregaron sin ofrecer resistencia. Fueron despojados de sus uniformes, de sus armas y encerrados en los calabozos. Luego los integrantes del comando se dedicaron a cargar todas las armas y municiones que encontraron en el Jeep y un camión donde habían venido.
Se llevaron también la única camioneta que por entonces tenía esa policía.
En menos de quince minutos, habían abandonado el lugar.
Así se efectuó la primera acción guerrillera del siglo XX en la Argentina.
Sus protagonistas se bautizaron a sí mismos Los Uturuncos. Eran santiagueños, peronistas y creían que con su acción iniciaban un levantamiento general. De acuerdo a lo que les había dicho el jefe militar Miguel Ángel Iñíguez, durante una reunión mantenida con otros dirigentes peronistas, la toma de la comisaría iba a actuar como santo y seña para que, de inmediato, militares leales al peronismo se levantaran al unísono en las guarniciones de Santa Fe, Entre Ríos, Salta y la provincia de Buenos Aires.
Por su parte, las organizaciones sindicales emprenderían una serie de acciones concertadas, entre las que se contaban paros parciales de actividad y “actos relámpago” en los principales centros industriales. En pocos días y con un mínimo desgaste de fuerzas -si era posible “sin que se tuviera que lamentar víctimas”- el pueblo argentino se levantaría masivamente para ocupar las calles en todas las ciudades importantes del país. Como resultado de este eficaz mecanismo de acciones concertadas, en pocos días la Argentina celebraría alborozada el regreso del presidente Perón, y su restitución al gobierno. Así soñaban los casi adolescentes Uturuncos. La realidad iba a ser muy otra.
¿Quién ideó este plan que ahora parece descabellado? Posiblemente el mismo general Iñíguez, o alguno de sus compañeros de armas. La prolijidad con que lo diagramaron presenta las trazas del pensamiento militar. Pero lo cierto es que a la hora de actuar, los militares “leales” no aparecieron. E Iñíguez fue uno de los primeros en disputar las tribunas ofrecidas por los medios de prensa para desconocer en absoluto cualquier relación personal o indirecta con el suceso.
Los únicos en llevar adelante el plan tal como había sido programado fueron los mismos Uturuncos, cuya efímera existencia posterior hace pensar que fueron un invento momentáneo, al sólo efecto de ser aplicado a las acciones que se programaban.
Qué significa “Uturunco”
Quienes no son del Noroeste precisan una explicación para comprender el profundo sentido simbólico de las palabras “uturunco” y “Puma”. El puma es un tigre americano, poderoso y difícil de ver, pues habita en lo más profundo del monte. Durante el período de colonialismo hispano se conocía una leyenda, que contaba de un hombre, gallardo aborigen, que por las noches se transformaba en Puma. Lo hacía para combatir a los despiadados españoles, que sumían en la explotación y humillaciones sin límite al pueblo del puma. Esa leyenda, narrada en quichua, se llamaba Runa-Uturunco: “Hombre-Puma”. Uturunco, pues, significa “puma”.
Quienes organizaban la guerrilla peronista convirtieron en un acróstico de batalla esa palabra: PUMA, empezó a significar entonces, para los iniciados en esta logia, “Por Una Mejor Argentina “.
Los Uturuncos quedaron en el imaginario colectivo como un símbolo de la Resistencia Peronista, por entonces en sus primeros garabatos. Aún no se habían efectuado atentados de envergadura, aún no habían surgido los combativos grupos juveniles que comenzarían su actividad armada en Buenos Aires.
No es casual que el grupo uturunco naciera en Santiago del Estero, la provincia que albergó también el nacimiento de la Argentina como nación, ya que desde sus tierras salieron todas las expediciones fundadoras de las ciudades que poco a poco irían constituyendo a este país. No es casual que se pusieran Uturuncos, apelando a nuestra raíz indígena. La mayor parte de sus protagonistas se arrepintieron en cada oportunidad que hallaron luego, y algunos de ellos ni siquiera aceptan hoy que formaran parte de la arqueológica guerrilla. No así su jefe, el “Puma” Seravalle, quien por el contrario asumió corajudamente en todo tiempo aquella acción señera, a la cual debe su apodo (a la postre, el nombre por el que ahora lo recuerdan todos). El Puma, hasta algo más de sus setenta años, vivió el resto de su vida en La Banda (al otro lado del Río Mishky Mayu).
Gracias a él se conocen los detalles de la ya mítica “toma de la Jefatura de Frías”. Que por lo demás salió redonda: no hubo muertos ni heridos, los guerrilleros se alzaron con las armas y los uniformes de la guarnición; ellos les servirían para sortear limpiamente todos los controles policiales durante su breve gesta revolucionaria.
En las sierras
Continuando con los planes establecidos, los Uturuncos enfilaron hacia la selva tucumana. Dos de sus integrantes, casi adolescentes entonces, Cárdenas y Uriondo, se destacarían más tarde, de diferente modo, en la militancia política convencional, dentro del peronismo. Cárdenas fue dirigente intermedio y empleado administrativo, con un “perfil bajo” hasta su desaparición. Uriondo llegó a las altas esferas; fue diputado de Menem, subsecretario de Seguridad en el Ministerio del Interior conducido por los radicales Mestre y Mathov y continuó, ya durante Kirchner, en los nebulosos ámbitos de la SIDE nacional.
Los Uturuncos, pues, siempre a la espera del levantamiento general, establecieron un campamento en plena selva tucumana. Entre los picos montañosos más altos de la Argentina (y del mundo), Seravalle y sus combatientes se dispusieron, entre vivas y gritos de coraje, a una corta estadía, antes de que las masas revolucionarias peronistas los recibieran con los más altos honores por haber sabido ubicarse a la vanguardia.
Pero las masas nunca se levantaron. El aviso de insurrección general nunca llegó.
“Fumando espero”
Habían combinado con las chicas tucumanas y un locutor de LV12, que conducían un popularísimo programa de pedidos musicales y avisos telefónicos, una serie de mensajes en código, que les indicarían el momento justo para salir triunfales de su retiro militar selvático. Así, cuando no había peligros a la vista para los guerrilleros, la producción de la radio lanzaba el tango "Fumando espero". Si se detectaban movimientos policiales repentinos en aquella zona, en cambio, solían poner "La polca del espiante". Entoces el grupo cambiaba de posición.
De un día para el otro desaparecieron los mensajes acordados, y ya nadie les mandó a decir nada. Sin alimentos, agotados por la tensión, el calor de los días y el frío de las noches, la desilusión y hasta el temor, los jóvenes combatientes fueron desalentándose y su comandante, para no caer en la depresión colectiva, iba autorizándolos a regresar, de a uno. Quedaron solamente siete. Un día, mientras efectuaba el chequeo de una cárcel que planeaban asaltar para librar peronistas presos, reconocieron y detuvieron al comandante Puma. Algún tiempo después, los otros se entregaron a la policía.
Hay tres razones posibles para la abjuración posterior de los Uturuncos originales respecto de su acción liminar.
1) La absoluta falta de apoyo y el desengaño que recibieron de parte de la dirigencia peronista que los había mandado a combatir.
2) El fichaje por parte de los Servicios de Inteligencia: algunos años después, los apresarían nuevamente, acusándolos por acciones de Tacuara o las Fuerzas Armadas Peronistas, con quienes no tuvieron relación orgánica.
3) Una serie de acciones terroristas de alta envergadura, efectuadas desde 1960 hasta el 63, en las que no tuvieron participación, pero de algún modo los involucraba pues en ellas se invocaba el nombre de “Uturuncos”.
Según los servicios de Inteligencia del Ejército Argentino, el Capitán (r) Ciro Ahumada fue quien comandó a los grupos que efectuaron la mayor parte de aquellos atentados terroristas. (1)
Aquí es interesante señalar que el capitán del Ejército Ciro Ahumada, señalado como uno de los jefes de la UGA (Unión de Guerrilleros Andinos), sería identificado quince años más tarde entre los formadores de las AAA (Alianza Anticomunista Argentina). Este grupo de lúgubre memoria, se dedicaría durante el interregno “democrático” peronista de 1973-76 a secuestrar y torturar a militantes de izquierda. Ahumada sería marcado, además, como uno de los responsables de la Masacre de Ezeiza, organizada por grupos de la derecha peronista en contra de Montoneros y las Juventudes Peronistas de izquierda. Más tarde, muchos de los cuadros de las “Tres A” se integrarían a los “Grupos de Tareas”, organizados por la sangrienta dictadura militar para asesinar o hacer desaparecer personas en la Argentina. Este carácter aluvional de la Resistencia Peronista del `55, donde convivían militares, ex policías, nacionalistas de derecha e izquierda, trotskistas, terroristas esotéricos, etcétera, es notable hasta mediados de los 60, momento en que comienzan a separarse completamente las aguas.
También el suboficial de aeronáutica Raúl Pedro Telleldín, sería un protagonista muy activo de los numerosos atentados terroristas de aquél período (1956-1963). Integrando un grupo de la Resistencia Peronista, Telleldín adiestraría al M14, grupo guerrillero que combatiría con el método foquista contra la dictadura del general Stroessner, en Paraguay. Telleldín terminó siendo progenitor del sanguinario Comando Libertadores de América, en Córdoba. (2) Y jefe del D2, destacamento policial de torturas en la policía cordobesa, entre los años 1975 y1982.
Izquierda y derecha peronista
Hacia fines de la década de los sesenta, ya se distinguen claramente dos sectores nítidamente enfrentados: la derecha peronista (que en gran parte ha pactado o tiene buen diálogo con la dictadura militar de Onganía-Lanusse, y la por entonces abrumadoramente mayoritaria izquierda, expresada en el peronismo por FAR, Montoneros, Peronismo de Base y otros, quienes realizan tareas comunes con la izquierda marxista leninista o trostskista: PRT-ERP, FAL, El Obrero y otros numerosos grupos).
En 1960, Gustavo Rearte, Envar El Kadri, Jorge Eduardo Rulli y Felipe Vallese, entre otros, participan de lo que algunos testigos califican como “la primera acción de resistencia armada urbana peronista”. Que fue firmada bajo la sigla Ejército Peronista de Liberación Nacional (EPLN). Esta consistió en el ataque a una guardia de la Aeronáutica de Ciudad Evita. Rearte fue el jefe del operativo, que les permitió apropiarse de dos subametralladoras PAM, uniformes y municiones.
Una pátina de bruma se ha difundido sobre aquellas acciones. Quizá porque muchos de quienes las iniciaron, entraron años después a actuar en el ámbito legal, llegando a ocupar importantes puestos políticos.
Excepto Seravalle, casi todos repudiarían aquellas aventuras luego, como si se tratara de un hecho maldito. Los sucesos no pueden borrarse de la historia, sin embargo. Una vez que se los comete, ahí están. Y así fue que los Uturuncos, sin proponérselo quizás, fundaron en Santiago el primer grupo guerrillero argentino del siglo XX.
Los Uturuncos capturados. Foto periodística de la época.
(1) Círculo Militar. Libro de la Biblioteca del Oficial. Policía Argentina.
(2) Su hijo Carlos Telleldín aparecería ligado, en los '90, a los sangrientos y abominables atentados efectuados contra la embajada de Israel y la comunidad judía en Buenos Aires.
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